Llevamos tres carreras del Campeonato del Mundo de Fórmula 1 más extraño de la historia, y no parece que vayamos a alcanzar la nueva normalidad de la que todo el mundo habla. Y no hablo de ver aficionados en la pista, o de ver los coches rodar en Australia o en Mónaco, algo que esta temporada no vamos a disfrutar. Hablo de ver un piloto que se postule como oponente a Lewis Hamilton. Y es que, ahora mismo, el máximo rival del británico se encuentra en Suiza y ya no se puede subir a un monoplaza, y no es otro que el alemán Michael Schumacher.
Nuestra memoria suele ser frágil cuando intentamos pensar en cosas que no han ocurrido en la década en la que vivimos. Y eso ocurre en todas las facetas de nuestra vida. Me canso de escuchar que el dominio que estamos viviendo en la Fórmula 1 con Mercedes y Hamilton desde que empezó la era híbrida no lo hemos vivido nunca en este deporte, pero si tiramos de hemeroteca y nos vamos al inicio de la década del 2000 teníamos a unos bólidos rojos fabricados en Maranello, eso sí con cabezas pensantes que no eran italianas, que dominaban a placer en todos los circuitos. Y aunque ya lo he hecho anteriormente en otros billetes, no me canso de recordar que un francés, Jean Todt, un surafricano Rory Byrne, y dos alemanes, Ross Brawn y Michael Schumacher, rompieron todos los récords que había hasta ese momento en un deporte plagado de estadísticas.
Ahora, sin un piloto ni un coche que les plante cara más que en ocasiones puntuales de la temporada, el binomio Mercedes–Hamilton tiene que poner su objetivo en otro sitio, y no les queda más remedio que luchar con el pasado. Aquellos números de récord que consiguieron los de Ferrari van cayendo ahora poco a poco con el trabajo de los alemanes y el buen hacer del piloto británico.
Y Hungría ha sido buena prueba de ello. El circuito de Hungaroring lleva ahora el sello del piloto de Stevenage. La de ayer fue su octava victoria en la pista de Budapest, y eso hasta ahora solo lo había conseguido el “Kaiser” en Magny-Cours. Pero, además, la pole position del sábado supuso la número noventa en su historial, mientras que su eterno rival en los números ocupa la segunda posición con 68 y Ayrton Senna se quedó con 65.
Hasta aquí todo podría ser más o menos normal, si no fuera porque el que fuera pupilo de Ron Dennis lleva en la categoría reina 14 temporadas, las mismas que Sebastian Vettel, cuando Schumacher terminó su carrera con 19 temporadas al hombro, aunque las últimas precisamente en Mercedes no fueran tan productivas como las de Benetton o Ferrari. Si utilizamos ese dato para estimar lo que puede hacer todavía Hamilton en este deporte se nos llegan a poner los pelos de punta. Y es que, independientemente de quien consiga situarse arriba en la Fórmula 1 que llegará en 2022 cuando por fin lleguen las nuevas normas que muchos equipos esperan, aún nos resta esta temporada y la siguiente para ver los coches de la estrella de tres puntas en lo más alto de los podios.
Por eso, entre los principales objetivos de Hamilton estarán precisamente los números de Schumacher. El primero, sin duda, el de títulos mundiales. Empatarlo este año y pulverizar la mágica cifra de siete coronas el que viene están ahora mismo al alcance de la estrella de Toto Wolff. Pero hay dos apartados que no tengo la menor duda que caerán esta temporada. El más inmediato el del número de podios obtenidos. Al británico le restan solo dos para empatar los 155 con los que se retiró el heptacampeón. Y el otro que también caerá en breve es el del número de victorias en un GP. Cinco le faltan a Hamilton para igualar las 91 victorias que consiguió firmar el mejor piloto de este principio de siglo.
Eso sí, hay una marca que se nos antoja difícil que Hamilton consiga borrar de los anales de este deporte. Y es la de las vueltas rápidas en carrera. Ayer obtuvo la número 48 que le sitúan como el segundo mejor piloto de la historia en esta particular clasificación, pero es que el alemán se retiró con 77. Además, estoy seguro que al británico no le importará dejar un hueco en las estadísticas a su máximo rival en los números, que no en la pista.
Tienen que permitirme que me haya centrado únicamente en dos pilotos, cuando uno incluso ya no está activo, en lugar de hablar de los otros 19 que ayer formaron la parrilla de salida de la prueba húngara. Pero es que los datos conviene siempre tenerlos presentes y el resto no está aportando demasiado para pasar a la historia de este deporte. Parece como si el resto de equipos hubieran dado ya por sentado que esta temporada y la siguiente estaban perdidas antes de iniciarse el certamen en Austria. Y si no, piensen por qué la calcamonía del W10 de Mercedes de la temporada pasada, que es el RP20 de Racing Point de este mundial, va también.
Durante los 70 años de Fórmula 1 ha habido espionaje, y los ingenieros siempre se han fijado en los monoplazas de sus rivales para copiar las innovaciones que aparecen carrera tras carrera. Eso está totalmente permitido mientras que no se utilicen argucias como las del famoso McLaren-Gate de la década pasada, se pague por la propiedad intelectual, o sea, los planos, o se compren determinados elementos que no permite la reglamentación. La única razón de que los Racing Point hayan dado un paso de gigante copiando a los mejores es que sus rivales no están evolucionando lo que debieran, o sea, lo que habitualmente se mejora en el periodo invernal.
Pero bueno, como este tema aún va a dar mucho que hablar porque ayer Renault presentó la segunda reclamación consecutiva contra los coches rosas, y la FIA aún tiene pendiente resolver la presentada en Estiria por el mismo tema, habrá que dejar para otro billete la sentencia que los comisarios de la FIA emitirán sobre la legalidad o no de los monoplazas de Lance Stroll y Sergio Pérez. Por cierto, todo apunta que el mexicano, que era uno de los pocos que tenía asegurado su asiento el año que viene podría perderlo en favor de Sebastian Vettel, y es que en la Fórmula 1 de hoy en día, lo único seguro cuando empieza una carrera es que Hamilton va a pelear por la victoria.
@luismanuelreyes