Un súperdeportivo que rinde homenaje a la tradición

La historia del 8C Competizione comienza con su nombre. «8C» se refiere a los coches de ocho cilindros diseñados por Vittorio Jano, coches que en los años treinta ganaban carreras en todo el mundo (cuatro victorias seguidas en Le Mans y tres en la Mille Miglia). «Competizione» era el nombre del 6C 2500 que Juan Manuel Fangio pilotó en la Mille Miglia de 1950.

Diseñado para sintetizar y relanzar la esencia de Alfa Romeo, el 8C se hizo eco de cuestiones técnicas importantes para la marca desde siempre. Como la ligereza, mejorada por el bastidor «dual frame» y por el uso de aluminio, titanio, carbono y materiales compuestos. Como el equilibrio de peso delante y detrás, gracias al esquema «transaxle» (motor delantero longitudinal y cambio en el eje trasero). Como la precisión en la conducción, mejorada aún más mediante el uso de suspensiones de brazos transversales dobles en ambos ejes.

El 8C montaba un motor generoso (un V8 de 4,7 litros y 450 CV), pero sobre todo marcó un regreso a la tracción trasera, que se echaba de menos en los modelos de carretera de principios de los noventa. El resultado fue un coche con una relación peso/potencia excelente, capaz de alcanzar los 100 km/h desde parados en 4,2 segundos.

UN HOMENAJE A LA HISTORIA DEL DISEÑO DE AUTOMÓVILES

Y luego estaba la cuestión del estilo. «Se llama 8C, y creo que es simplemente el coche más bonito jamás construido»: así lo describió el presentador de «Top Gear» en la BBC. El amplio capó parece morder el asfalto. Su perfil es suave y sinuoso. Un corte horizontal une los pasos de rueda, fusionándose con la forma «musculosa» del guardabarros trasero. Los montantes envuelven la luneta y se extienden hacia atrás hasta estrecharse en la cola.

Son muchas las referencias a la historia de la marca. Sus «ojos» derivaban del 33 Stradale, ligeramente más altos que la línea del capó; su parte trasera recordaba la del Giulietta SZ del 61, la primera «cola truncada» en la historia del automóvil; los pilotos traseros redondos son un homenaje al Giulia TZ, otro rey de las pistas. El 8C está repleto de menciones fascinantes y representa el homenaje del Centro Stile Alfa Romeo a toda una era del diseño de automóviles.

Entre creatividad y ciencia

A partir de los años treinta, los diseñadores y carroceros comenzaron a mejorar la penetración aerodinámica, tratando de hacer que sus coches de carreras fueran más competitivos. El primer paso fue incorporar los elementos externos, como guardabarros y faros, en el perfil de la carrocería. A partir de aquí, desarrollaron formas cada vez más suaves, más fusionadas y aerodinámicas.

Fue un desafío que estimuló la imaginación de los grandes diseñadores, convencidos, tal como lo están, de que todo lo que es hermoso también debe ser eficiente. Dando rienda suelta a su creatividad, construyeron en este periodo de tiempo algunos de los coches más bellos (y con éxito) jamás fabricados.  Y muchos de ellos eran modelos Alfa Romeo.

El 8C Competizione se inspiró en los coches de ese periodo y los celebra con los volúmenes generosos, sus líneas limpias y su especial hincapié en los rasgos distintivos de la marca.

EL TRILOBULADO ALFA ROMEO

La vista frontal de un Alfa Romeo es inconfundible: todos reconocen de inmediato el escudo central y las dos tomas de aire horizontales a cada lado. Esta combinación (tal vez la «cara» más famosa en el mundo de los coches) se llama «trilobulado»  y nació en los años treinta.

Antes de eso, había pocas concesiones al estilo: el «morro» de los coches consistía en un radiador flanqueado por los grupos ópticos y (a veces) protegido por una rejilla de la gravilla de la carretera. Pero tan pronto como las formas comenzaron a refinarse, apareció el escudo Alfa Romeo y, cuando se hizo demasiado pequeño para refrigerar motores cada vez más potentes, aparecieron las dos tomas de aire laterales, que los entusiastas inmediatamente llamaron «el bigote».

El trilobulado, primero simplemente esbozado, se adoptó oficialmente como un símbolo de marca a partir del 6C 2500 Freccia d'Oro. Como todos los símbolos, ha evolucionado con el tiempo, reflejando gustos y modas, pero siempre se ha mantenido único e inconfundible. Era sinuoso e imponente en el 1900, más fino en el Giulietta. Era aerodinámico y tenso en el Giulia, angular y casi perfectamente equilátero en los años setenta y ochenta. Era minimalista y estilizado en la década de los noventa, pero con el 156 y el 8C volvió a tener un papel destacado que desde entonces ha mantenido en todos los modelos posteriores.

EL LEGADO DEL 8C COMPETIZIONE

El 8C Competizione resumió los cánones más clásicos del estilo Alfa Romeo y se convirtió en una referencia natural para todos los modelos posteriores, incluso para los modelos de grandes series como MiTo y Giulietta. Pero el 8C también tenía un pariente cercano: un «hermano menor», el 4C, un superdeportivo compacto, tecnológico y sensual, que se inspiraba claramente en el 8C, pero sin tener que soportar la carga de ser una edición limitada.

Con el 4C, Alfa Romeo regresó al mercado de los deportivos compactos ofreciendo materiales y soluciones tecnológicas de vanguardia, combinados con la máxima ligereza y extraordinarias cualidades dinámicas.

EL 4C

Los diseñadores de Alfa Romeo decidieron no maximizar la potencia, sino que mantuvieron el peso bajo: poco más de 1000 kilos en orden de marcha, con una relación peso/potencia de menos de 4 kg/CV. Dos cifras que garantizan la máxima agilidad y prestaciones emocionantes.

También se utilizaron elementos de poliéster y fibra de vidrio para lograr la ligereza deseada. Pero el componente más innovador fue la cuna del bastidor, monocasco, completamente en fibra de carbono y fabricada con tecnología derivada de la Fórmula 1. El material, compuesto de fibras unidireccionales, se impregnó previamente con una resina especial antes de someterse a un proceso conocido como «cocción»: con este tratamiento, la cuna se podía hacer en una sola pieza, sin ensamblajes, y podía desempeñar perfectamente su función estructural a pesar de un peso de solo 65 kilos.

El motor del 4C también era ultraligero: un motor de cuatro cilindros en línea y 1750 cc, totalmente de aluminio, que desarrollaba hasta 240 CV de potencia máxima. Para garantizar una distribución óptima del peso, se colocó en una posición transversal trasera. El cambio utilizaba un sistema de doble embrague en seco.

Los esquemas de las suspensiones eran de tipo deportivo: doble triángulo superpuesto delante, con el grupo muelle-amortiguador fijado directamente al monocasco, y una evolución del clásico sistema McPherson en el eje trasero. El 4C alcanzó velocidades máximas de más de 255 km/h con una sorprendente aceleración de 0 a 100 km/h en 4,5 segundos.